Jiajia Wang Liu, premio emprendedora UPFEmprèn 2010-Fundació Banc
Sabadell
"Mis padres dormían en la bañera para que yo estudiara"
20/12/2010 - 00:12 | Actualizada a las

Foto: Jordi Play
LLUÍS AMIGUET
Tengo 22 años: para Confucio eso me haría un desastre como
empresaria, por eso me siento catalana. Nací en Shixiacun, sudeste de
China. Tengo un hermano por cuyo nacimiento multaron a mi padre.
Estudio Económicas en la UPF y estudié en Harvard: no hay tanta
diferencia.
La escuela de la vida Jiajia sabe lo que cuesta un euro y lo demuestra cuando explica sus
regateos en busca de local para su proyecto empresarial. Al final, me
cuenta ilusionada cómo conseguirá que varios estudiantes extranjeros
compartan residencia con su negocio, de forma que tal vez consiga ¿y
lo hará¿ ganar en vez de gastar en alquiler. No sé si su editorial
llegará a ser rentable algún día o si acabará transformada en otro
proyecto, pero estoy convencido de que Jiajia nunca se conformará con
un sueldecito fijo y que tampoco gastará jamás más de lo que gane.
Son convicciones y habilidades que se adquieren mejor en un
restaurante o un todo a 100 que en la universidad. Y Jiajia ha
aprendido en los dos sitios
Estoy aquí porque mis padres fueron represaliados en su pueblo en
China por tener más de un hijo.
¿Qué les hicieron?
A mi madre le ligaron las trompas en la sala de partos cuando dio a
luz a mi hermano pequeño. Y mi padre perdió su empleo en el
Ayuntamiento por haber tenido dos hijos y le pusieron una multa
enorme.
¿La pagó?
Nos fuimos. Mi padre se hizo pasar por periodista japonés y fuimos
burlando las fronteras de varios países de la antigua Yugoslavia, por
donde era más fácil colarse.
¿Por qué llegaron hasta España?
Porque mi padre ya tenía aquí a su hermana, que nos ayudó.
¿Cuántos años tenía usted?
Llegué a Catalunya en 1997. Yo tenía ocho años, pero ya empezaba a
ayudar en el restaurante familiar. En una familia china trabaja todo
el mundo.
¿Trabajaba usted mucho?
Estudiar era lo único que me libraba de trabajar. Mis padres lo han
dado todo para que mi hermano y yo pudiéramos tener carrera.
Y usted lo ha aprovechado.
¡Cómo podía haber perdido el tiempo si mis padres dormían en la
bañera para no molestarnos! Vivíamos todos en una habitación y
ellos hablaban bajito y andaban de puntillas para que no perdiéramos
la concentración.
¿Y además trabajaba usted?
Muchas horas. Teníamos que devolver el préstamo –mucho dinero–
que le había hecho su hermana. A mi hermano le dejaban salir con sus
amigos alguna vez...
¿Y a usted no?
No, y la excusa era que yo era la mayor, pero la auténtica razón es
que yo era niña.
¿Por qué estudió Económicas?
En realidad a mí me gustaban las Letras y hubiera hecho alguna
carrera de Humanidades, pero mis padres se negaron: tenía que
dedicarme a algo que creyeran de provecho.
Ya está usted en ello.
Después la Fundació Joan Riera Gubau me dio una beca, reservada para
estudiantes de la comarca de la Selva, donde vivíamos, y así pude
ingresar en la John F. Kennedy School de la Universidad de Harvard.
Tampoco es mal sitio.
Pues le voy a decir lo que pienso al respecto.
Adelante.
La relación calidad-precio yo diría que es más competitiva en la
Universitat Pompeu Fabra. Al fin y al cabo, lo más importante en una
universidad son los profesores y la exigencia al alumno, y no vi
tanta diferencia en ambas. De hecho, la universidad norteamericana da
mucho, pero cobra aún más de lo
da y al final no es tan exigente como se cree.
Es una opinión... Y vivida.
Estuve todo el 2009 en Harvard y al volver en el 2010 tuve una oferta
de Deloitte para comenzar allí mi carrera profesional.
¿No le hizo ilusión?
La verdad es que no tanta. Pasé un par de noches sin dormir y
después la rechacé.
¿Por qué?
Porque yo quería ser emprendedora y no una empleada más en una
multinacional.
¡Es una de las proclamaciones más estimulantes que he oído!
Tenía muy claro que yo iba a ser mi jefa. Y en eso me apoyaron mis
padres. Aunque tenían sus dudas sobre la viabilidad del negocio y
sobre si yo era o no demasiado joven.
Buen apoyo y dudas no desdeñables.
El siguiente paso era pensar hasta encontrar en qué podía crear yo
valor con mis especiales aptitudes y capacidades.
¿Y qué pensó?
El chino es mi lengua materna...
Habla usted un catalán impecable, buen castellano y perfecto inglés.
Busqué mi mercado: en España hay 15.000 padres que han adoptado
niñas chinas.
Es un target.
Esas familias quieren aprender chino para poder hablar con sus hijas
cuando las adoptan y después para que ellas no lo pierdan.
¡Ojalá supiéramos más chino!
Así que decidí montar una editorial especializada en la enseñanza
del chino.
¿Cuál es su ventaja competitiva frente a los métodos que ya existen?
El uso de la imagen: tengo un equipo de ilustradores trabajando ya en
el concepto.
¿Con qué dinero les paga?
Han aceptado esperarse a cobrar hasta que Jiajia Ediciones empiece a
facturar.
Esperemos que pronto.
Estoy en ello y tengo, además, muchos otros proyectos: por ejemplo un
art village.
¿Ha pensado en volver a China y montar una empresa allí?
Este es mi país. Estoy bien aquí y creo que podré poner en marcha
mi editorial aquí.
¿Qué piensa de la China de hoy?
Es un régimen que ha abrazado la tradición confuciana –más amante
del orden que de la libertad– que desconfía del individuo. Y más
todavía si es joven.
Es una gerontocracia, sí, pero eficaz creando riqueza.
A costa del medio ambiente y de los derechos laborales y con salarios
bajísimos. La demanda de libertad crecerá como crecemos los
jóvenes. Esa libertad que tengo aquí me hace ahora más catalana que
china.
¿Es de aquí por algo más?
Porque, además, para Confucio y para los jerarcas chinos, una mujer
de 22 años es capaz de muy pocas cosas, y entre ellas no figura ser
empresaria. Así que creo que me voy a quedar y lo seré.
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